lunes, 2 de mayo de 2011

Ernesto Sabato. In memóriam


Hoy, de vuelta de un feliz viaje a Algeciras, me he encontrado un correo de Enriqueta García, profesora de Música, que me enviaba estas frases de Sabato que le habían gustado, cargadas de lucidez:
"Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse una novedad que aliente nuestro compromiso."
"Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más."
"Las modas son legítimas en las cosas menores, como el vestido. En el pensamiento y en el arte son abominables."


Se las he agradecido y no ha sido hasta un rato después que me he enterado de la muerte de su autor, y he entendido por qué me las enviaba.
¡En qué pocos días se nos van muriendo autores imprescindibles!

Inmediatamente, también, el pensamiento se ha ido a mis alumnos de Primero de Bachillerato que anduvieron un tiempo agitados por la lectura de El túnel para la clase de Lengua hace unos meses.
Me comunicaron que el libro les había transmitido una sensación de agobio, de obsesión, que no habían experimentado con ninguna otra obra antes. Pensé entonces que el objetivo de Begoña, su profesora, estaba cumplido: estaban leyendo el libro, y les había llegado tan hondo que llegaban hablando de ello hasta en la clase de Latín.
Quizá uno de los pasajes que les había provocado esa sensación fuera éste:

El túnel
"A veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad."

He comenzado entonces a buscar más información acerca de Sabato y he dado con estos dos fragmentos que me han impresionado:

II. Los rostros invisibles (parte XX)
"Siempre es terrible ver a un hombre que se cree absolutamente solo, pues hay en él algo trágico, quizás hasta de sagrado, y a la vez de horrendo y vergonzoso. Siempre --decía-- llevamos una máscara, una máscara que nunca es la misma si no que cambia para cada uno de los papeles que tenemos asignados en la vida: la del profesor, la del amante, la del intelectual, la del marido engañado, la del héroe, la del hermano cariñoso. Pero, ¿qué máscara nos ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie, nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca? Acaso el carácter sagrado de ese instante se deba a que el hombre está entonces frente a la Divinidad, o por lo menos ante su propia e implacable conciencia. Y tal vez nadie perdone el ser sorprendido en esa última y esencial desnudez de su rostro, la más terrible y la más esencial de las desnudeces, porque muestra el alma sin defensa."

III. Informe sobre ciegos (parte I)
"Yo venía bastante abstraído, cuando de pronto oí una campanilla, una campanilla como de alguien que quisiera despertarme de un sueño milenario. Yo caminaba, mientras oía la campanilla que intentaba penetrar en los estratos más profundos de mi conciencia: la oía pero no la escuchaba. Hasta que de pronto aquel sonido tenue pero penetrante y obsesivo pareció tocar alguna zona sensible de mi yo, alguno de esos lugares en que la piel del yo es finísima y de sensibilidad anormal: y desperté sobresaltado, como ante un peligro repentino y perverso, como si en la oscuridad hubiese tocado con mis manos la piel helada de un reptil. Delante de mí, enigmática y dura, observándome con toda su cara, vi a la ciega que vende allí baratijas. Había cesado de tocar su campanilla; como si sólo la hubiese movido para mí, para despertarme de mi insensato sueño, para advertir que mi existencia anterior había terminado como una estúpida etapa preparatoria, y que ahora debía enfrentarme con la realidad. Inmóvil, con su rostro abstracto dirigido hacia mí, y yo paralizado como por una aparición infernal pero frígida, quedamos así durante esos instantes que no forman parte del tiempo si no que dan acceso a la eternidad. Y luego, cuando mi conciencia volvió a entrar en el torrente del tiempo, salí huyendo.
De ese modo empezó la etapa final de mi existencia."


Y andaba yo buscando algún texto que recogiera su lucha por la democracia, por los derechos humanos, por los que tanto se implicó en su país, Argentina, en tiempos de dictadura y después, cuando me escribe, como tantos domingos, Lupe, que, sin hablar conmigo, anda dando vueltas a lo mismo, y me envía este manifiesto, escrito especialmente para ser leído por él mismo frente a 2.000 niños de escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires, que se reunieron el 19 de marzo de 2003 en el estadio Obras Sanitarias para pedir por la paz:

UN MENSAJE PARA SER LEÍDO EN TODAS LAS ESCUELAS.
El amargo presente al que nos enfrentamos exige que nuestras palabras, nuestros gestos, nuestra obra se consagre, como verdadero cumplimiento de nuestra más alta vocación, a expresar la angustia, el peligro, el horror, pero también la esperanza y el coraje y la solidaridad de los hombres.
En medio de esta tremenda situación, cada hombre y cada mujer, ustedes también, chicos, están llamados a encarnar un compromiso ético, que los lleve a expresar el desgarro de miles y miles de personas, cuyas vidas están siendo reducidas a silencio a través de las armas, la violencia y la exclusión.


Me parece idóneo por estos tiempos convulsos que estamos volviendo a vivir, con todas estas guerras tan cerca, en Libia y en tantos países árabes, por el tremendo fin que ha tenido Bin Laden, porque no sabemos qué repercusiones va a acarrear...

Necesitamos muchos Sabatos, que nos animen a luchar por esa paz tan querida para él, para nosotros, que nos escriban textos que nos empujen a nacer a esta cultura distinta que anhela en Diarios de mi vejez:
"He vivido en un tiempo histórico de ruptura y tan viejo soy, que hay en mí distintos sedimentos, como en las montañas. Así, todavía guardo de mi juventud las marcas de las luchas sociales. Pienso que los chicos me querrán porque nunca dejé de luchar, porque no conseguí instalarme en ninguna época, y hoy, trastabillando, me siento cerca de la gente que aprendió a vivir de otra manera. Y muy cerca de los jóvenes que después de este horror de mediocridad, indecencia y ferocidad, pujan por nacer a otra cultura que vuelva a echar raíces en un suelo más humano."
S.T.T.L.

BIOGRAFÍA Y ANTOLOGÍA DE ERNESTO SABATO
"Al Buenos Aires que se fue". Relato en la voz de Ernesto Sabato en YouTube
Ernesto Sabato: el hombre que se reunía con los anónimos, por Juan Cruz

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